Un día
conocí a un hombre muy especial, diferente, era un hombre que hacía magia con
sus dedos...
Ausente,
abstraído, sereno, a veces distante, a veces cercano, inserto en un mundo
silencioso lleno de misterio, parco en palabras, frases directas y concisas…
Pero lo más curioso era su habilidad para crear.
Un
lápiz, un bolígrafo, una tiza, cualquier cosa
servía para crear con varios trazos una interpretación de la realidad,
una imagen fiel, una ironía de la vida…Y creaba con tanta naturalidad que todo
parecía fácil si él lo hacía con sus manos.
No
creía en Dios, siendo él un Dios del lápiz, un Dios de la tierra con los pies
en el suelo, que creaba cosas que podemos ver y tocar.
Su
manera de mirar era diferente, sabía observar con profundidad, captar el alma de las cosas, el detalle más
preciso, la forma, el color, el tamaño, la luminosidad…Veía más allá que los
demás porque sabía crear…
Tenía
un envidiable don, tenía magia en sus dedos, y su magia le hacía dibujar.
Judit Nievas
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